Hace unas semanas se llevó a cabo en Cancún la vigésima primera reunión cumbre del Grupo de Río, entidad que como sabemos nació en 1986 como resultado de lo que ocurría en aquella época en una Centro América agobiada por conflictos armados de diversa índole lo que dio lugar a que, encontrándose el mundo aún en plena guerra fría y para resistir mejor a las presiones militares e intervencionistas de Washington, se formara la instancia mediadora del llamado “ Grupo Contadora” (México, Colombia, Venezuela y Panamá) a principios de la década, el cual recibió el posterior apoyo de Brasil, Perú, Argentina y Uruguay y eventualmente se transformó en el llamado “Grupo de Río” que desde entonces ha venido operando como el único mecanismo permanente de “consulta y concertación política” de las naciones latinoamericanas y caribeñas. Por cierto, el GRIO funciona de manera bastante eficiente - gracias en buena medida a la ausencia de una estructura burocrática permanente - y se ha venido fortaleciendo y expandiendo de modo tal que con la reciente adhesión de Surinam, Jamaica y Cuba se ha elevado ya a 24 el número de países miembros.
En tales circunstancias es obvio pensar que , dada la flexibilidad de los procedimientos que caracterizan su funcionamiento (la conducción del grupo permanece , durante períodos bienales , a cargo de una Secretaría Pro Témpore apoyada por una troika que se integra con las secretarías saliente y entrante) y que hasta ahora ha sido una instancia capaz de crear un espacio de interlocución para abordar los temas prioritarios de la agenda regional, además de fortalecer la presencia y capacidad de negociación en diversos foros multilaterales (como Naciones Unidas) en tales circunstancias es lógico que se haya pensado no sólo darle una mayor y mejor proyección sino ¿ porqué no? visualizar al GRIO cómo la semilla o el punto de partida de una organización propia de los países latinoamericanos y caribeños en un mundo globalizado cada vez más interdependiente y complejo y en donde, por consiguiente, la voz aislada de los países pequeños y débiles se hace cada vez más difícil de hacerse escuchar y más aún de tener algún peso específico en la política internacional.
Lo anterior permite comprender, talvez, porqué la prensa internacional se hizo eco recientemente de la propuesta para establecer una organización propia de los países del subcontinente, excluyendo a Estados Unidos y Canadá.
Dicha propuesta motivó comentarios de diversa índole en los medios de comunicación en los cuales por lo general se criticaba de antemano la idea de establecer algo nuevo que, según los críticos, sólo vendría a sumarse a la proliferación de organismos de poca o ninguna utilidad, tildados además de ineficientes y costosos, al mismo tiempo que se alertaba sobre el peligro de que una nueva entidad fuese instrumentalizada o manipulada por países poseedores de una línea ideológica antagónica de Estados Unidos, recordando la importancia de fortalecer al único organismo hemisférico - interamericano que es la OEA , etcétera…
Pero ¿ qué es lo que realmente dijeron nuestros jefes de Estado en Cancún? Revisando la Declaración nos encontramos con el párrafo 2 que dice que los mandatarios han tomado la decisión de “ construir un espacio común con el propósito de profundizar la integración política , económica, social y cultural de nuestra región” a la vez que se manifiestan “convencidos de que la región de América Latina y el Caribe debe seguir reafirmando su presencia en los foros de los que forma parte y pronunciarse sobre los grandes temas y acontecimientos de la agenda global” (2)
pero todavía no aparece, por ninguna parte, una referencia concreta (o una denominación) para la tan llevada y traída (por los comentarios de prensa) “nueva organización latinoamericana” así que entonces podemos preguntarnos si se trataría simplemente una nueva denominación para algo que ya existe (el GRIO) o si realmente los presidentes están pensando en una entidad con características novedosas, para dar continuidad a una especie de “Comunidad de América Latina y el Caribe” (CALC) de modo que se le pudiera dar continuidad a unas siglas que, desde la cumbre de Salvador Bahía en Brasil, ya se encuentran bastante aceptadas por todos.
Así pues, si bien es cierto que las noticias destacaron la concordancia de opiniones de nuestros gobernantes en torno a la importancia de establecer alguna nueva entidad que fuese además propia del subcontinente como algo novedoso, cabe todavía preguntarse ¿ que es lo que realmente hay detrás de una propuesta que algunos analistas han presentado como una hábil iniciativa mexicana – que tuvo a su cargo la pro témpore del GRIO durante dos años y que seguirá formando parte de la troika junto con Chile, que ahora la asume- en un contexto en el cual no debe olvidarse que México no sólo es uno de los países fundadores del grupo sino que tratándose de una de nuestras “potencias regionales” paulatinamente se ha venido quedando afuera de los procesos de integración, lo cual explica ahora su interés por recuperar una presencia más activa y protagónica en el subcontinente.(3)
Y esto porque, para ser justos, no debemos olvidar que desde diciembre del 2008, y respondiendo a una convocatoria hecha por un Brasil que desde la presidencia de Lula ha venido dando muestras de presencia pro activa en la región ( un poco para compensar el hecho haber dejado a una buena parte de latinoamérica y a todo el caribe afuera de UNASUR) se celebró en Salvador la “ Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo” que se ha venido conociendo, precisamente, con la siglas CALC , conferencia que estuvo en buena medida enfocada hacía la problemática del desarrollo sostenible, las políticas sociales y la integración de manera que el interrogante planteado al principio de ésta nota es perfectamente válido: ¿ se trata acaso de establecer un nuevo organismo que se ocupe principalmente de la convergencia de los procesos de integración?
Ya vimos que los mandatarios expresaron su decisión de “construir un espacio común” para “profundizar la integración política, económica, social y cultural” y que, además en el párrafo 4 de la Declaración de Cancún destacaron la “..importancia de profundizar la comunicación, cooperación, articulación, sinergia, convergencia de acciones e intercambio de experiencias entre los distintos procesos y mecanismos subregionales de integración” (subrayados nuestros) así que, por lo menos a juzgar por lo que allí se dice, tendríamos que aceptar la idea que, efectivamente, se trata de eso, de profundizar una integración subregional que no debe confundirse ni con el “libre comercio” o la “unión aduanera” ni con la consulta y concertación políticas para tener posiciones comunes en los grandes foros o conferencias internacionales. Entendido de esta manera el concepto de integración significa –para decirlo simple y esquemáticamente - poner en marcha un proceso análogo al que ha dado lugar al surgimiento de la Unión Europea.
Así que, aún asumiendo con toda la prudencia del mundo los principios de “solidaridad, flexibilidad, gradualidad, diversidad, complementariedad de acciones y participación voluntaria” que nos recuerdan nuestras jefas y jefes de Estado en el párrafo sexto de la misma Declaración, si de profundizar la integración se trata -talvez algún día podríamos tener una Unión Latinoamericana - bienvenida sea la propuesta, pero debemos prepararnos para la construcción de una organización cuyos perfiles apenas si comienzan a dibujarse en el horizonte.
Naturalmente, habrá quienes piensen que en un contexto sociopolítico tan turbulento y diverso como el que estamos viviendo talvez esta sea una propuesta demasiado ambiciosa. Aún así, y poniendo entre paréntesis las evidentes divergencias respecto a los objetivos “imaginados” si pensamos en países como los del ALBA (a quienes –probablemente- les gustaría sustituir con el CALC a la OEA cosa que no entra para nada dentro de los objetivos de quienes no se ubican en la línea de Venezuela y de Cuba ) o lo que muy probablemente - por ahora- le interesa más a Brasil (hacer operativa a la UNASUR en materia de integración y evitar que continúe siendo un simple foro “funcional a la polarización ideológica”(4))
no cabe duda que , aún pidiendo todo el “gradualismo” , “flexibilidad” y “participación voluntaria” que sea posible, para “impulsar una agenda integrada con base en el patrimonio del Grupo de Río y los acuerdos de la CALC, así como los mecanismos y agrupaciones de integración, cooperación y concertación ya existentes” como dice el punto cuarto de la Declaración, y también aunque con toda diligencia se pusiera en marcha ese “programa de trabajo” que piden los mandatarios en el punto quinto, programa que requiere de la cooperación entre los mecanismos regionales y subregionales de integración (es decir, con el SICA, la Comunidad Andina, el MERCOSUR, y el CARICOM para mencionar a los más importantes) a fin de profundizar la integración “mediante la articulación de proyectos comunes y complementarios” , aún así hay que tener presente que lo que realmente está en juego es el punto de partida de un proceso de muy largo plazo no sólo por las dificultades propias de hacer converger procesos tan disimiles y asimétricos sino porque, por ahora, las condiciones no están dadas para que todos los países de la subregión caminemos en una misma dirección.
Lo anterior significa entonces que lo que hicieron nuestros presidentes en Cancún fue solamente dar el banderazo de salida para una carrera de largo aliento, que va a durar una buena cantidad de años, pero que, por supuesto, tarde o temprano había que iniciarla así que no podemos menos que congratularnos porque ya se haya comenzado.
Y en este marco, hacemos votos porque el nuevo gobierno de Chile dirija con habilidad al Grupo de Río. Ahora publicamos en éste sitio Internet de IRIPAZ dos interesantes ponencias de académicos que participaron en un seminario organizado por la cancillería chilena en noviembre del año pasado, de los profesores José Rodríguez Elizondo y Loreto Correa, pues, como señala la doctora Correa, a pesar de las tendencias aislacionistas que a veces han prevalecido en Chile ahora convendría aprovechar la conducción del GRIO para “liderar una opción…con una visión de cohesión técnica que ha estado ausente de los mecanismos de integración regional” , y también “crear una estrategia…..que permita reorientar y articular las agendas de trabajo de los demás foros que hoy están en marcha a nivel latinoamericano (rescatando) el valor y la experiencia de trabajo de la Unión Europea… (porque)…al igual que la construcción de la integración europea, es necesario comprender, desde nuestra parte, que la agenda de la integración regional es una sumatoria de procesos que no se ha organizado de manera lógica. Esa es la razón por la que CAN y MERCOSUR están parcialmente estancados, sino en crisis. El GRIO tiene un problema similar que se verá aún más crítico si se consolida la Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC) que no sólo agrupa a 33 países, sino que podría traducirse en una duplicidad de iniciativas que retardaría el proceso de fusión de mecanismos de coordinación regionales”(5)
Estas ideas de la doctora Correa en cuanto a que en una Latinoamérica en donde “lo que no funciona es dar órdenes” con “populismos (en) crisis” y “dictaduras (que) han debilitado completamente su presencia” el mayor aporte que podría hacer Chile es el de contribuir a crear un “espacio de debate en sobre las políticas de convergencia en términos de cesión de competencias supranacionales” nos parecen muy apropiadas, y lo mismo las sugerencias de comenzar por temas como las políticas de seguridad, las migratorias o las educativas, en donde talvez sea menos difícil adoptar consensos y claro, todo ello en el marco del respeto a la velocidad propia de cada país, sin forzar ningún proceso.
Habría que concluir pues, como dice otro académico que participó en el mencionado seminario (el profesor Rodríguez Elizondo) que conviene “redescubrir” al Grupo de Río y vincularlo con una “eventual tendencia hacia la convergencia en los organismos y procesos subregionales de integración (como) algo que ya empezó a manifestarse con la creación de la Cumbre de América Latina sobre Integración y Desarrollo (CALC) el año 2008. Esta CALC nació con la sugerencia de una convergencia con el Grupo de Río y, dada la lógica implícita ambos organismos ya han acordado armonizar sus agendas y efectuar reuniones simultáneas a nivel ministerial. Simultáneamente México ha sugerido la constitución de un nuevo espacio que incorpore a toda América Latina y el Caribe, tanto en lo tocante a la consulta y concertación política como a la coordinación y estímulo de los procesos de integración. Si esta tendencia rectificatoria se afirma y volvemos a la economía por fusión de organismos, con soporte en el histórico Grupo de Río, tendríamos que felicitarnos. A mayor abundamiento y como tenue concesión al patriotismo, ojalá sea mi país el que tome la decisión de vigorizar dicha tendencia como próximo secretario Pro Témpore de dicho Grupo. Esto sería mil veces preferible a seguir poniendo frágiles piezas de Lego en la institucionalidad integracionista y hasta permitiría darle una licencia temporal a UNASUR ”.
Esperemos pues que el nuevo gobierno que recién acaba de asumir en Chile disponga de una buena sintonía con el mundo académico y que, pensando en el “largo plazo histórico” México y Brasil pudiesen –eventualmente- convertirse en los motores de la integración latinoamericana (como lo hicieron en su momento Francia y Alemania en Europa) y que, si de buscar analogías con lo que se hizo en el viejo continente se trata, Chile pudiese desempeñar algún día el papel que ahora juega Bruselas…….
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(1) Embajador de Guatemala en Chile, ex embajador en Ginebra, La Haya, Moscú y Viena. Fundador y presidente honorario de IRIPAZ.
(2) Véase la “Declaración de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe” del 23 de febrero del 2010 publicada en el sitio Internet de la presidencia de México. (www.presidencia.gob.mx)
(3) No podemos pasar por alto el alejamiento de México respecto a América Latina, que se produjo a raíz de la firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá (el NAFTA por sus siglas en inglés) y esto a pesar de sus intentos posteriores de acercarse a Centro América a través de iniciativas como el plan “Puebla-Panamá” o la propuesta posterior que involucra toda el área mesoamericana.
(4) Cómo la ha llamado el profesor José Rodríguez Elizondo, de la Universidad de Chile, en una ponencia presentada en el marco del Seminario en preparación de la Secretaría Pro Témpore de Chile en el Grupo de Río (2010-2012 ) organizado por la cancillería chilena en noviembre del 2009.
(5) Ponencia de la doctora Loreto Correa, coordinadora de la maestría en política exterior de la Universidad de Santiago en el Seminario de la cancillería chilena.