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El rol de Chile en el marco de un liderazgo regional


El rol de Chile en el marco de un liderazgo regional: una oportunidad en la Secretaria Pro Tempore del GRIO 2010-2011

Dr. Loreto Correa Vera(1) 

RESUMEN
El desarrollo de los procesos de integración de América Latina y el Caribe, pone de manifiesto algunas contradicciones que emergen del proceso en sí mismo, y sobre todo de los principios que expresan. Por ello, no es raro, que la mayor crítica sea que la integración es frágil en el continente, en tanto que la mayor virtud constituya el proceso de diálogo regional. Sin embargo, el tema esencial, nos parece que se origina en no confundir dos términos: cooperación e integración y, a partir de ello, consultarnos por el rol de Grupo de Río en el contexto regional. Esta presentación parte de la base que en el actual momento histórico político regional se hace imperativo fortalecer las prácticas sustanciales del proceso de integración y cooperación, en vez que mantener la vía de actos superficiales coyunturales como opción para profundizar la integración y la cooperación intrarregional. En este sentido, esta presentación en efecto formula una crítica a los resultados institucionales que se fomentan a partir de la diplomacia de cumbres/presidencial y aboga, más bien, por la institucionalización del proceso de negociación sobre diversos planos de la integración regional, su proyección de manera creativa, práctica y significativa en el contexto regional en el marco del GRIO. En ese contexto, los dos próximos años de Chile a cargo de la Secretaria Pro Tempore en el Grupo de Río son relevantes.

Introducción

Los procesos de integración suponen en primera instancia la necesidad de crear una institucionalidad propia que sustente y articule las políticas a implementar. En el plano real los procesos de integración suponen también, la concesión de grados de supranacionalidad, es decir de “soberanía” de los Estados, para aquellos órganos que se han creado en el marco de esa institucionalidad, con el propósito que puedan generar derecho/s comunitario/s y asegurar la aplicación del mismo. En ese contexto los países que emergen de estos acuerdos, aparecen indefectiblemente, traspasando por opción propia grados de autonomía e independencia, en el momento de definir responsabilidades a sus Estados miembros.

Por otra parte, los procesos de cooperación entre países, parten desde otra perspectiva. La necesidad de cubrir una demanda concreta de los Estados, en cualquier esfera de su quehacer, pero no necesariamente promueven la creación de una institucionalidad que pretenda en primera instancia articular esos esfuerzos. En efecto, tampoco, pueden necesariamente pretender por lo tanto la creación de órganos con caracteres de supranacionalidad. Si bien es cierto los procesos de cooperación, buscan “co - operar”, es decir operar en conjunto en una en varias áreas, estos procesos pueden verse agotados en sí mismos o bien trascender en forma relativa. Y en efecto, su proyección en el tiempo es posible que esté definida, pero si ese no fuera el caso, la dinámica del mismo no pretende generar espacios donde las políticas públicas, de carácter económico, político y social de dos o más países, converjan o se armonicen, a fin de crear un derecho común a los mismos, con aplicabilidad inmediata en los territorios de los países miembros.

En ese marco, no es lo mismo, ocupar como sinónimos los dos términos. Como tampoco, es pertinente, hablar de convergencia si nos estamos refiriendo a la cooperación, porque ella puede ser vista, a partir incluso de la unilateralidad de intenciones. Esta fundamental diferencia entre los procesos de cooperación e integración es la que hay que observar en el Grupo de Río (GRIO).

Lo anteriormente expuesto, no sugiere que los espacios o foros de cooperación que los países o las regiones puedan generar, o necesariamente carecer de una organización estructural y de coordinación. Por el contrario, en algunos casos hasta en esos procesos se pueden concertar posiciones políticas, lo cual hace que las diferencias entre los procesos de integración y cooperación se presenten muy difusas. No obstante, como se dijo anteriormente, la diferencia radica en los propósitos y objetivos que se buscan, en los estadios de coordinación y armonización que se pretendan transitar, en la institucionalidad que se crea y los grados de supranacionalidad que deseen ceder, para la realización de los cometidos.(2) En este sentido, vale la pena observar, que el GRIO se ha planteado desde sus inicios como un mecanismo permanente de consulta y concertación política; un foro mixto de integración de convergencia de políticas colectivas emanado de la voluntad expresa de los estados que lo componen (23 países) y donde aparecen también voluntades de cooperación conjunta. En ese sentido, tal como lo define el término convergencia, se trataría entonces de concordancia y concurrencia de intereses. Según Jackman y Moore, la convergencia de las políticas de integración regional se produce cuando las políticas macroeconómicas aplicadas a los países avanzan hacia el ser idénticas. Es más, los autores sostienen que este aspecto, no sólo abarcaría lo macroeconómico, si no también otras dimensiones, tales como las políticas sociales, la institucionalidad, infraestructura, migración, educación y desarrollo.(3)

En el contexto de la concertación de políticas regionales, los diálogos políticos y de cooperación que se han establecido entre América Latina y otros países, aparecen dentro de este esquema de “integración”. Sin embargo, un aspecto crítico respecto del proceso latinoamericano es que, pese a las valiosas intenciones de integración, en la práctica no hemos llegado a este objetivo. En efecto, es evidente que la ejecución de proyectos y las iniciativas que se generan en el contexto regional, aún no pretenden transitar a espacios más avanzados. Por el contrario, cabe destacar, que sí debemos constatar avances en términos de cooperación entre los Estados.

Entendido en este contexto, nuestra presentación tiene como propósito analizar la dimensión del GRIO y proponer pautas para el nuevo desafío que a Chile le compete como titular de la Secretaría en el período 2010-2011.

Intereses involucrados en los procesos de integración: una primera lectura en el caso del GRIO

Los procesos de integración reconocen postulados teórico prácticos y se consolidan a partir: 
  • a. De la base del convencimiento mutuo del beneficio compartido y en eso, lo que no está del todo claro, es justamente qué intereses que se fusionan en torno a ellos. Al respecto, podemos decir, respecto del Grupo de Río en particular, que se trata de un referente consultivo a nivel político con una visibilidad internacional, en un escenario internacional complejo, que ha estado marcado por el término de la guerra fría, la globalización, el multipolarismo, el unilateralismo estratégico, y la renovación de la concepción de integración regional. El Grupo de Río, tiene como objetivos, y ya nos lo ha recordado el Embajador de México:
    • Ampliar y sistematizar la cooperación y el diálogo políticos;
    • Examinar y concertar posiciones sobre asuntos internacionales de interés común, en especial en los foros internacionales;
    • Promover el mejor funcionamiento de los organismos y procesos de integración y de cooperación latinoamericanos;
    • Propiciar soluciones propias a los problemas y conflictos que afectan a la región;
    • Impulsar el mejoramiento de las relaciones interamericanas; y
    • Explorar nuevos campos de cooperación e integración que favorezcan el desarrollo económico, social, científico y tecnológico de nuestros países.(4) 
  • b. Lo segundo es que en el continente, la integración deviene de una propuesta de interpretación histórica, devenida del período de la independencia en el sentido de construcción de un imaginario independentista que, al momento de producirse la guerra, colocó a los espacios colonizados por España y Portugal en una posibilidad de constituir una trayectoria paralela a la europea. Trayectoria, que desde una perspectiva bolivariana, debía ser colectiva. De ahí, que no sea posible hablar de integración sino desde la perspectiva de los procesos de dependencia económica y del resultado de la formación de la economía mundo en la historia occidental. Así, nuestra tradición de integración es esa y no otra. En ese marco, el GRIO forma parte de esta continuidad histórica de diálogo regional en pos de defender intereses colectivos; esta vez, como un foro de concertación que puede colaborar en el plano de la integración. Esta aclaración es esencial para no confundir los roles del foro, pero sobre todo, para dimensionar su importancia como fortalecedor de iniciativas que apunten a la integración. Dicho de otro modo, el GRIO no es un mecanismo de integración, pero si contribuye a que esta sea posible.
Con todo, me permito hacer una observación de fondo en relación al significado contemporáneo de la integración como proceso en sí. Esta primera consideración apunta a recalcar que las regiones del mundo que han convergido hacia procesos de integración lo hacen por una sola razón: porque ven que su inserción en la economía internacional se ve mejor sustentada cuando se hace de manera colectiva. Ello, porque ante la amenaza, la inseguridad, la inestabilidad o la falta de peso específico por igual de los estados en el mundo del comercio o en el mundo político, la UNICA alternativa es el accionar colectivo. Con todo, es reconocido por todos los especialistas que los modos de articular integración varían regionalmente, tanto formalmente, como en términos de contenido, así como en las metas a alcanzar.

La comprensión del mundo contemporáneo se esquematiza por áreas geográficas, por niveles de desarrollo, por sistemas políticos, por índices (IDH), por tipos de producciones, por niveles de respeto a las normas internacionales. Como sea que lo dividamos, el planeta sigue colectivamente líneas de trabajo conjunto. A nosotros en el continente, nos toca integrarnos a América Latina y Caribe. Así estamos catalogados por los foros de trabajo colectivo internacional, independientemente que de manera individual nos planteemos desde Chile, por ejemplo, partidarios de acuerdo transcontinentales (APEC) o supracontinentales (GRUPO de los 77), o bien, desde la incorporación a la OCDE.

Por lo apuntado, el primer rol que deseamos destacar del GRIO, es el de referente regional, y con un capital social acumulado de trabajo en el plano político desde 1986. Esto es relevante en el contexto de la actual dinámica de la toma de decisiones en materia internacional y sobre todo, fundamental en el marco de lo que queramos que América Latina y Caribe proyecten como región a nivel internacional.

En ese sentido, paso a dos consideraciones en torno a Chile en el contexto internacional y su participación en los foros. Una primera consideración es que a Chile no siempre a lo largo de su historia le fascinaron los foros de trabajo colectivo. Su aislamiento natural, pospuso su ingreso a discusiones colectivas, pero no por ello, podemos decir que no hubiera conciencia de temas como la esclavitud o el libre comercio en el siglo XIX o en temas como el desarme y la construcción democrática a fines del siglo XX. Por el contrario, estos fueron asuntos que el país vio desde los mismos orígenes del proceso de independencia y que marcaron su proyección regional.

Sin embargo, ¿dónde está el carácter singular del país? Me parece que en los niveles de compromiso y en la adscripción a propuestas que le desdibujaran su identidad.(5)

Chile no se ha visto en el siglo XX y XXI, como un país tenazmente comprometido con la “causa latinoamericana”, en un primer término por sus disputas territoriales y su relación con los vecinos; en segundo término, por su apuesta a resolver las temáticas de acuerdo a los intereses que le son cada vez más atingentes a su participación en la economía mundo. En ese sentido, cuando los procesos de integración del continente se empiezan a formalizar hacia la década de los sesenta, Chile participa en la búsqueda de la superación del modelo de dependencia, el país se pliega a la ALALC y a la ALADI, luego a la CAN. Será el período militar el que interrumpa por casi dos décadas su participación en los foros de manera casi completa. El peso de este silencio en materia de integración gravita hasta el día hoy, en posturas de carácter individualista y consideradas algo arrogantes por parte del contexto regional. Ello es sin duda una lucha constante por parte de aquellos que creemos que Chile es un país que tiene mucho que aprender y darle al continente.

A inicios de los noventa, cambia el sino del gobierno, y sobretodo, existen dos temas claros a nivel de relaciones internacionales: la participación de Chile en un regionalismo abierto y la concepción de que en paralelo, había que aportar a la región toda en distintas esferas para “que mejorara el vecindario” y lograr obtener beneficios como colectivo, además de los esfuerzos individuales en pos de ello.

Más recientemente, Chile emerge con un liderazgo moral a nivel regional, esto por la aceptación del principio del respeto de la cláusula democrática, pero sobre todo, porque la globalización impone soluciones colectivas a temas generales, sobre los cuales, un país es nada fuera de su región a la hora de resolver materias multilaterales.

En ese contexto, las cuatro presidencias de la Concertación han hecho un aporte más que significativo en relación al rol de Chile en la región y esta presidencia que termina, ha concluido con afianzar una vocación institucional no menor en torno al papel que a Chile le compete en el nuevo escenario internacional.

Ahora bien, ¿qué es lo que se puede esperar de Chile, cuando ha sido titular de una orgánica internacional? Mirado desde fuera:
  • Que lidere. Ello en función a razones que van más allá de su peso como economía regional –peso medio, 5- 5,5% de la economía latinoamericana-, y
  • b. Que manifieste una opinión propia en consonancia a los principios del Derecho Internacional y el mantenimiento de la paz. Ejemplos de ello, a lo largo de estos últimos años se observan en la participación de Chile ante el Consejo de Seguridad respecto al tema de Irak, el envío de fuerzas de paz a Haití, el respaldo al gobierno de Evo Morales a través de UNASUR. Estos son ejemplos de opciones en materia internacional y de responsabilidades que esta Cancillería y sus funcionarios toman con energía, compromiso y respeto.
  • En el entorno, Chile es mirado con respeto, admirado por su nivel y contraste con otros países de la región y es reconocido en el campo económico, a tal punto, que varios de los miembros de los gabinetes y del ámbito empresarial son hoy reconocidas figuras, por ejemplo en el Banco Mundial, la OEA, y otros foros multilaterales.
¿Por qué abordamos este punto? Porque parece pertinente apuntar que llevar la titularidad de la Secretaría Pro Tempore del Grupo de Río, requiere de esta reflexión para tomar el impulso y conciencia necesarios de que lo sería óptimo; esto es tener una disposición de continuidad en estas formas de accionar, sin prisas, pero sin pausas con una perspectiva regional que a Chile le es significativa hoy. Por lo dicho, no deseamos parecer nacionalistas. No es la idea, Chile se ve, se escucha y se le escucha. Ahora, ¿cómo podemos proyectarnos desde su rol como titular de la agenda del Grupo de Río en la Troika?

2. El Rol de Chile

Una primera consideración pasa por reconocer que Chile tiene la oportunidad de sumar esfuerzos y mejorar la orgánica de la institucionalidad del GRIO. México desea articular un organismo permanente. Eso será el 2012, pero ahora, en lo que podemos pensar es un liderazgo con miras a solventar algunos aspectos deficitarios de los que paso a reflexionar. Nuestro país, tiene el deber de poner, como su tradición institucional lo expresa una cuota de orden en el contexto de organizar, pautear y plantear ciertas dimensiones en la agenda de trabajo del Grupo de Río, entendido desde sus orígenes como un órgano político referencial en la coordinación de la integración en muchos planos.

Por otra parte, nuestro país, puede y debería, marcar un corte con el nivel discursivo de las propuestas de todo orden que han surgido desde el Grupo de Río y con ello, mejorar los niveles de coordinación efectiva de los procesos de integración que funcionan en paralelo a este foro.

Por ello, esta propuesta, identifica la necesidad misma del GRIO -en un contexto altamente disperso por la gravitación de políticas exteriores de carácter altamente presidencialista en la última década-, por articular líneas de base y estrategias por las que me parece deberíamos ir caminando con el propósito de hacer más digerible un proceso que no debería desandar lo caminado y sobre todo impulsar mayores niveles de coherencia en su trabajo.

Por ello, vale la pena detenerse un instante a reflexionar en relación al legado que recibimos en el marco de los diálogos regionales. Primero, reconozcamos que la integración en nuestro continente ha ido al revés que en Europa: desde lo complejo a lo fácil. Error de acuerdo a todos los estudiosos del tema, pero lastimosamente irreversible como podemos captar. Todas y cada una de las iniciativas de integración padecen de un mal: no terminan, salvo en el caso de ALADI, por definir la vocación del proceso. En ese contexto, CAN, MERCOSUR y MCCA, transitan desde lo económico hacia lo político. UNASUR, lo mismo, y el GRIO, también tiene este lente indefinido. Las declaraciones son mandatos y a la vez esquemas de propuestas de avance en cada uno de los procesos…¿que terminan en?. 

Ello lleva a una primera gran cuestión: ¿Qué hacer para viabilizar las buenas intenciones y superar problemas de la agenda política interna de cada uno de los estados? Este es el que creo es el punto de partida de los objetivos que Chile podría plantearse.

Así, Chile podría pensar en presentar una propuesta de desarrollo del papel de la Secretaría Pro Tempore Chilena a fin de:
    • Liderar una opción cooperativa en materia de integración con una visión de cohesión técnica que ha estado ausente de los mecanismos de integración regional.
    • Crear una estrategia para construir una plataforma del nuevo rol no sólo de Chile en la articulación de una agenda de integración regional, sino también en mirar hacia la constitución de mecanismos que permitan reorientar y articular las agendas de trabajo de los demás foros de trabajo que están hoy en marcha a nivel latinoamericano. Esto se hizo en Europa, en distintos momentos y niveles desde la óptica de lo económico para avanzar con el tiempo hacia lo político.
    • Rescatar el valor y experiencia de trabajo de la Unión Europea, que en esta materia particularmente ha sido no borrar ningún aspecto de lo avanzado en el ámbito de la integración tanto vertical /de los estados, como horizontal/transversal, de los temas prioritarios que importaban a la opinión pública europea. Chile, podría, en ese sentido revisar la orgánica de trabajo colectivo que se maneja en todas las áreas y buscar crear consenso en las prioridades de trabajo inmediato. Las líneas están y lo que falta es sumar consensos efectivos.
    • Al igual que la construcción de la integración europea, es necesario comprender, desde nuestra parte, que la agenda de integración regional es una sumatoria de procesos que NO se han organizado de manera lógica. Esa es la razón por la que CAN y MERCOSUR están parcialmente estancados, sino en crisis. El GRIO tiene un problema similar, que se verá aún más crítico si se consolida la Cumbre de América Latina y el Caribe, (CALC), que no sólo agrupa a 33 países, sino que podría traducirse en una duplicidad de iniciativas que retardaría el proceso de fusión de mecanismos de coordinación regionales.
    • Debe, por lo mismo, y esa es la propuesta que formulamos ante este foro, pensarse en la constitución de espacios de trabajo conjunto bajo una directriz común, cual es a mi entender, propender a mitigar los niveles de asimetría en los planos institucionales, de la administración pública y de priorización de mecanismos que permitan solventar en el mediano y largo plazo la competitividad en el mercado internacional. Pero si utilizamos el foro para seguir haciendo toda clase de declaraciones…no avanzamos lo necesario. En ese sentido la Secretaria Pro Tempore, puede insistir en la vocación económica del proceso integración, aceptando que desde los niveles unidad, coordinación o concertación políticos, son altamente tensionantes en la actual coyuntura regional y que por lo mismo, es poco probable que de ellos emerja idealmente una visión común.
    • América Latina representa hoy el 4,5% del comercio internacional. En la última prospectiva americana de El mundo en el 2010, Robert Shapiro, asesor del gobierno norteamericano, sólo menciona dos países: México y Brasil. Colombia es señalado por su peso en la producción de drogas. El resto de las naciones virtualmente NO existe. ¿Qué hacer? ¿Podemos hacer algo para revertir este proceso? ¿Nos interesa hacerlo? Bien, desde lo político estamos en un impasse colectivo que está a la vista. Europa tuvo esta clase de impasses e igualmente avanzó, ¿Cómo? Eso daría para varios estudios y reflexiones comparadas que como colectivo de países no hemos realizado. Pero diremos que la huella más profunda de trabajo europeo apuntó a la creación de una conciencia colectiva en torno a ciertos temas.
En una visión global: o América Latina se une para superar los problemas de pobreza, exclusión y asimetría económica o asistiremos en las próximas décadas a la invisibilización del continente y la pauperización de sus poblaciones. Esta es una visión común de los expertos que ubican a nuestro continente en la misma esfera de lo no occidental que resultan ser modelos políticos, realidades demográficas, modelos productivos monoexportadores, con un escaso valor agregado en las materias primas, tales como el africano. Ese tema NO es reversible en menos de 3 o 4 décadas. Pero esta crisis económica dejó claro dos cosas: que los países más atrasados la sintieron desfasadamente y que las economías como la mexicana, más cercanamente al gran mercado norteamericano, no están logrando salir del tema tan libremente. Este desacelere económico es un respiro para dar un giro y o se aprovecha o luego nos sentaremos a lamentarlo.

3. La tarea: avanzar para evitar esta debacle que no es nacional, es colectivamente regional.

La discusión ideológica de las consecuencias del proceso de in/desintegración – que tenemos delante de nuestros ojos- es un ausente de las políticas públicas nacionales en todos nuestros países. La prisa es por resolver la contingencia, contingencia que es estructural. Es por ello absolutamente imprescindible, si lo que se quiere es avanzar en el marco de una estabilidad para los casi 600 millones de latinoamericanos, que entremos a discutir qué mecanismos nos permitirán evitar no que “nos coma” el imperialismo, en la visión progresista de izquierda de un sector político del continente, sino en cómo enfrentaremos el desafío de conciliar los mínimos necesarios a nivel colectivo que nos permitan la sustentabilidad en los planos estructurales. El GRIO tiene ese desafío, que no es nuevo, pero sí es nuevo en el marco de la globalización y reglas del juego internacional existente y que no es igual a la década de los noventa. En ese sentido las pautas del diálogo son la:
      • Adhesión a políticas de estado comunes: este es un primer pilar a conciliar. NO todos podemos hacer todo, sería el ideal, pero es inviable.
      • Adhesión a políticas de justicia comunes: los países deben efectivamente ir avanzando en cumplir ciertos mínimos e irse sumando a los que van más adelante. Ejemplo. Si miramos hoy el nivel de impunidad de Venezuela, veremos que del 100% de los asesinatos, sólo el 60% pasa a fiscalía. En Chile el porcentaje es distinto. En Brasil es otra la realidad y en Haití, ni hablar. La sociedad latinoamericana ha madurado, hoy es posible dialogar sobre estas realidades y objetivar los instrumentos y medidas para mitigar estos problemas sociales que están en la base de los desafíos a superar.
      • Adhesión a temas de seguridad común: pensamos en Chile potencia alimentaria. Guatemala no se abastece…¿qué hacemos?, para que eso no crezca y una vez que lleguemos a un mínimo, optemos por subir la meta. Nadie objetaría esta propuesta. Pero si las clases políticas nacionales no efectúan ciertos cambios y se comprometen en dejar ciertas prácticas paulatinamente de lado, nada que hacer. Un tema es el mercado y las empresas multinacionales y, uno más cercano y cómplice de las desigualdades, es el que el GRIO puede consensuar. Paraguay está avanzando en materia de seguridad alimentaria, pero con las limitaciones de sus exportaciones poco cambiará en la próxima década.
      • El informe de la Crisis Internacional y Oportunidades para la Cooperación Regional, (CEPAL, 2008) es claro en destacar el peso de la mediterraneidad en materia comercial. MERCOSUR no escucha. Bien, el GRIO debe hacerse cargo, no de dar la indicación a MERCOSUR, sino de buscar cual es el tema que entorpece la dinámica de los países que tienen esas dificultades y convocar a un cambio en las decisiones. ¿Que se suma Argentina y no lo hace Brasil? A la larga, el efecto debiera ser contagioso si los resultados son positivos para el colectivo.
Sin embargo, deben establecerse prioridades, no se puede atacar todo al mismo tiempo y en todos los frentes.

4.La clave: el compromiso de adhesión.

Los países y no los gobiernos adhieren. Ese es el compromiso. Se avanza y no se retrocede. En ese contexto, tendremos que reforzar la máquina de trabajo colectivo que permita la constitución de una agenda de dos y/o hasta tres velocidades y fortalecer la idea de consolidar espacios para la creación de fondos estructurales. Los países que integran el GRIO tienen una discusión pendiente, cual es reconocer que no tenemos abiertamente la posibilidad de desarrollarnos de manera colectiva, equitativa y armónicamente por igual. Es más, no cabe duda alguna que mientras algunos países de la región integrarán el grupo de países con mejor y mayor desarrollo relativo, muchos otros no lo conseguirán en varias décadas.

Trasparentar esta realidad no es popular, y mucho menos motivante, pero es así. Los {últimos dos informes del Banco Mundial sobre la región, los estudios sobre el cambio en Indice de Desarrollo Humano, la revisión de las estadísticas demográficas en el área de educación y salud, particularmente, en los países centroamericanos y en Ecuador, Bolivia y Paraguay, son poco alentadores. Varios especialistas señalan el peligro de esto.

El peso de las asimetrías es severo. Ciertamente, ya funcionamos así, en tres niveles. Países con mayor, intermedio y escaso desarrollo relativo. No es la idea profundizar este concepto hacia las poblaciones de nuestro continente, pero está visto que es imprescindible fortalecer los fondos de cohesión. Eso a la larga, porque esta comprobado que sin ellos, no se avanza sino muy lentamente.

En otros planos se advierte que la seguridad regional está en crisis. ¿De qué integración estamos hablando hoy? De la colombo venezolana, de la argentino uruguaya, de la chileno peruana? De la peruano boliviana? En fin, en Europa, las cosas no fueron fáciles, pero se pudo por la vía de la adhesión y en eso, parlamentos, regiones y opinión pública han hecho un esfuerzo general.

UNASUR, consiguió algo clave para Bolivia, porque no podemos decir que todo lo hacemos mal: hoy nadie acepta en el mundo estatal internacional del continente, que Bolivia se parta en dos. Eso no es poca cosa. Hoy tampoco se acepta que Honduras pase desapercibida en su proceso nacional. Algo ocurre, pero la Comunidad Internacional NO es indolente. Ese es un capital socio político acumulado, que dejamos pasar como colectivo. Bien, pero ahora hay que lograr, que se restablezca la seguridad interna del país. Ese es un ejemplo. Errores podrá haber, pero nadie diría lo contrario. El llamado salvajismo de los Estados no es tolerable en el continente. Pero quiero recordarle a esta audiencia que hasta hace 10 años, varios de nuestros países pasaron por consignas de autoritarismo y nadie pudo hacer nada. Hoy ya no se tolera. Bien, eso indica que tenemos una adhesión en ese punto. Eduquemos a nuestras opiniones públicas para que no se lo replanteen.

La formación ciudadana es un tema pendiente en la agenda latinoamericana, no así en la europea.

Salgamos de la esfera de lo político, vámonos a las carreteras o corredores de integración: ¿Qué falta? ¿Por que? ¿Qué hay que hacer? ¿Quiénes están interesados? ¿Cuál es la agenda del estado en la materia? A Bolivia, le faltan 300 o 400 kilómetros en Santa Cruz para terminar con el camino de Santa Cruz a Puerto Suárez. ¿Cuál es el compromiso de los Estados? Plazos. Créditos. Tiempos de espera, porque de lo contrario, todo se eterniza y perdemos tiempo. Tiempo que los chinos no esperarán, que los indios no esperarán, y que los mercados menos.

Ya pasó la época sólo de asegurarnos, como Estados de salvaguardar el déficit de la balanza pública. En esa política, ni Haití, ni muchos de los estados centroamericanos, Paraguay o Bolivia, tienen chance alguna de un avance sustancial en el corto plazo. Ese es un ritmo que lo pautearán los organismos de financiamiento multilateral y las agencias de cooperación. Advertencia, porque nos estamos quedando sin cooperación y eso no es malo, pero es crítico en los sectores de salud y de investigación. Dinamarca disminuyó en un 8% la AOD este año. A Chile que no es receptor de cooperación, le puede ser indistinto. Preguntemos a los países centroamericanos que harían sin cooperación.

Es necesario liderar un proceso de reacción dominó pero a la inversa. Esto implica construir una agenda colectiva que en vez de lamentar los efectos de la crisis económica reciente, plantee formas de trabajo para sobreponerse a la adversidad de los efectos del desempleo. Chile, en esa materia, ofrece una experiencia que ha sido ampliamente valorada en el primer mundo y que cuando la demostramos a los países de la región es vista como una petulancia que aleja a posibles seguidores. Hoy, a nivel internacional latinoamericano, EL tema es el empleo: migraciones, delincuencia, narcotráfico, violencia organizada, etc., pasan por el mal empleo, el desempleo o los bajos ingresos. El problema es transversal y en las declaraciones del Grupo de Río, no nos focalizamos en pedir adhesiones a políticas de empleo y sostenibilidad en el empleo. Así ocurre con varias áreas.

5. Los representantes de la Secretaria Pro Tempore y la formación de un equipo de trabajo

Estos deberían ser capaces de articular y conducir a Chile a liderar un proceso de reorganización de los procesos de integración con una visión sistémica.

Es un hecho que lo que no funciona es dar órdenes en el continente. Los populismos están en crisis y las dictaduras han debilitado completamente su presencia en el continente. Enhorabuena, pero esto no es suficiente. El GRIO, no puede estar al igual que UNASUR pendiente de estas cosas. Lo óptimo sería focalizar sus preocupaciones y sus intenciones de trabajo de manera constante a fin de consolidar no sólo su referente en materia política regional, sino un estable grupo de trabajo multidisplinario internacional que permita resolver lo urgente en materia de estrategias de adhesión sin retorno, en temas puntuales con una carta Gantt concreta.

Ejemplo. Ya está en marcha el IIRSA, ¿qué sentido tiene que hablemos en las declaraciones del GRIO de lo mismo? Lo que este foro puede y debe hacer es terminar diciendo que la agenda del IIRSA materialice 3 rutas interoceánicas de tráfico comercial en 5 años. Como lo haga, IIRSA lo verá.

Que no podemos elegir representantes aún, pues no se puede de momento, pero si el GRIO no tiende a fortalecer pilares comunitarios de trabajo en materia de integración, seguiremos dándonos vuelta en interminables agendas presidenciales que terminan en discursos parecidos en todos los foros. Lo ha planteado el Dr. Baeza recién; tenemos foros hegemónicos: las cumbres de las Américas, las cumbres iberoamericanas. ¿Qué sentido tiene discutir lo mismo en todas partes?

Lo que planteamos aquí es la especialización de trabajo de la agenda del GRIO en el sentido de construir directrices de trabajo de manera lógica. Este es el foro político más antiguo con una visión de México al Sur, que incluye Caribe y Centroamérica: por ello puede y tendría que serlo. Nace después de CONTADORA. Nace del convencimiento del valor de la democracia.

6. El aporte desde Chile

El mayor aporte que podría hacer Chile: contribuir a crear un espacio de debate sobre las políticas de convergencia en término de cesión de competencias supranacionales.

El paso de la creación de fondos de cohesión estructural es una meta que no se puede manejar hoy en día con los actuales niveles de asimetría que exhiben los países del continente. Resulta muy curioso, por no decir contradictorio, que hablando de integración no hayamos pensado aún como región en una PAC o en una PESC (6) . Deberíamos empezar a pensarlo como colectivo, y no sólo observar lo que MERCOSUR efectúa en la materia, y que países como Uruguay o Paraguay perfilan con reservas.

Algo del Acuerdo de Shengen hemos plasmado en los últimos 5 años en el Caribe y América del Sur, pero en términos colectivos, salvo la cláusula democrática y es respeto a los Derechos Humanos, todo lo demás está por hacerse. Pero, ¿nos hemos focalizado en pensar si lo que deseamos es una integración política? Temo que no. Las políticas, por lo demás dispersas de los procesos de integración con suerte llegan al nivel de fortalecer uniones aduaneras. Nuevamente, si se detiene la comunidad latinoamericana en este punto advertiremos una señal errática en la materia.

En el contexto latinoamericano, ningún proceso de integración, o sus miembros, han definido compromisos de desempeño con agenda en mano o si lo han hecho, cuánto de ello se ha cumplido y por qué no se evalúan las agendas. La respuesta a este cuestionamiento es desalentadora: porque ante la evaluación, se prefiere cambiar la agenda y no afrontar el resultado del incumplimiento del compromiso. Eso es lo que permite explicar la superposición de iniciativas. Esta cultura integracionista pos años noventa, es confusa, a veces, algo delirante, y muchas veces surrealista.

Esa es la cuestión de fondo. Entonces, llega un presidente y nacionaliza. La nacionalización no es lo importante, lo crucial es que retarda el proceso de integración. Entonces, esa es la variable que desanda lo andado, la que revierte el avance. Si como países nos ponemos de acuerdo en algunos mínimos y pese a una nacionalización, aseguramos el suministro de energía, adelante, si no lo tenemos asegurado, como país no deberíamos avanzar hacia ello. ¿Podemos discutir si la idea de nacionalizar los hidrocarburos de Bolivia era o no necesaria? Claro que podemos hacerlo. Un país “botó” y “votó” a otro presidente por ello. Pero lo que no podemos decir es que como colectivo hubiésemos aportado al debate constructivamente sobre cómo hacerlo para asegurar los envíos a Argentina y Brasil en su momento. Hace unos días, una alumna boliviana me consultaba por el motivo por el que teníamos que ir todos en pos de la competencia. Le respondí que tenía que leer a Roa Bastos: no estamos en un momento histórico ni en una economía que nos permita evitar la competitividad. ¿Lo vamos a asumir como continente o nos vamos a engañar?

7. ¿Por dónde comenzar?

Otro ejemplo. Las políticas de seguridad. Hoy la seguridad pasa no sólo por un tema de armas, esto ve seguridad alimentaria, seguridad humana, seguridad medioambiental. ¿Están los Estados de acuerdo en qué se entiende o entenderá por estos tipos de seguridad? Podemos pasar décadas en ese solo punto.

Bien. Empecemos por una: la colectiva. Y la colectiva indica que tenemos poblaciones creciendo entre el 2,6 y el 0,2 % anual. En ese sentido, vamos a seguir con una política migratoria colectiva o será que fijaremos políticas diferenciadas, retrasando la movilidad. Es cierto, las poblaciones latinoamericanas emigran ante la pobreza y la inseguridad, pero ¿que mínimo es el que debemos tener? Sólo a partir de ese solo cuestionamiento, los europeos confeccionaron una agenda de trabajo colectivo de 30 años que terminó en el Tratado de Amsterdam. En ese sentido, la creación de un programa de acción, puede ser una meta de trabajo planteada desde esta Secretaria Pro Tempore.

La pregunta es como la de un juego de niños, pero el accionar es de adultos: ¿Qué países permitirán la libre circulación de bienes y servicios en sus espacios nacionales? ¿Uno, dos, tres países? Se armoniza en línea educación, política migratoria, sectores de intercambio de información previsional, policía internacional. La red de cambios que una política de convergencia genera – en términos de política pública- es tema para un equipo multidisciplinario de trabajo que armonice estrategias de conjunto. La falla general del tema es de coordinación interna de los mecanismos de implementación, pero sobre todo de seguimiento.

¿Qué no estamos listos? Bueno, entonces los países deberán revisar sus agendas de políticas públicas. Avancemos por otra vía: ¿qué países están dispuestos a homologar sus planes de enseñanza con el propósito de elevar la competividad en el sector industrial? Eso es más fácil. Pues entonces se avanza por ese lado. Dificultades habrá, pero también convergencias.

8. Negociar desde la convergencia y no desde la diferencia

Hasta aquí los procesos negocian sobre la base de la diferencia, no sobre la base de la convergencia de intereses.

Ningún proceso de integración avanza lenta, mediana, o rápidamente porque precisamente, no hay unos mínimos establecidos. Este rol es que GRIO desde Chile puede empezar a formular: el de crear cierta presión para los consensos, no presión para el contenido de los mismos. Eso lo debe trabajar la orgánica respectiva.

El mundo diplomático debe contribuir a viabilizar la negociación, pero no es su vocación establecer las prioridades de cohesión, este ha sido el error por décadas en los procesos de integración latinoamericana: pensar que es desde los ministerios de exteriores que tenemos, podemos organizar el proceso. Si en Europa el proceso de integración surge desde la opinión pública, su formación y su acento en la ciudadanía, no ha sido sino porque ese era eL resorte que permitía avanzar en el proceso. ¿Que tenemos opiniones públicas poco doctas, que no son todo lo cultas que quisiéramos? Cierto. Pero ese problema se enfrentó también y con éxito. La cultura no pasó como colador tampoco, sino como vehículo para transportar los mínimos deseados.

La integración exige, por otra parte claridad sobre la identidad. Pero esa identidad es un tema álgido en varios de nuestros estados. ¿No ha madurado la nación? No ha madurado el Estado, no se puede forzar el proceso. El respeto de las velocidades es la gran apuesta de la Unión Europea y en términos valóricos representa un acierto político insoslayable para las comunidades que están bajo esta visión. Así como la integración europea transitó desde la voluntad económica en el marco de la CECA, CEE hasta llegar a la Unión, Chile puede desde su posición de potencia media, con una estabilidad democrática solventada por 20 años de democracia permanente, convertirse en un referente de trabajo sistemático de creación de grupos de trabajo por áreas que supere el marco gubernamental. Ni Brasil, ni México están en condiciones de llevar a cabo una propuesta por niveles que apunte a la redefinición de una agenda marco para América Latina. Pero son estos dos países, por su peso demográfico y de mercado, los que tienen el rol de unificar ciertos criterios. La integración, mirada desde Chile debería tender a fortalecer los aspectos institucionales colectivos generando equipos de trabajo que le permitan liderar un proceso de consolidación de una misión/visión de lo que debería ser una agenda de trabajo con indicadores con-cre-tos.

Una pauta mínima de estos aspectos podría partir de la idea de esquematizar las dificultades de trabajo conjunto entre los países que componen el GRIO.

Para ello, habría que ocuparse de revisar y cautelar la dispersión de las agendas de trabajo de los distintos foros, creando equipos que monitoreen el trabajo de los espacios de trabajo en materia de cooperación e integración regional. De ello, se desprende en gran parte la dispersión de las iniciativas conjuntas. Por otra parte, en el mismo plano, es necesario revisar la ausencia de mecanismos permanentes de cohesión política/económica a nivel regional y contribuir a plantear estrategias y sinergias en distintos ámbitos. En ese aspecto, es fundamental crear equipos de trabajo multidisciplinarios que generen marcos de convergencia colectiva en los asuntos prioritarios. La ausencia de focalización de los ministerios de relaciones exteriores regionales en la conducción de las propuestas conjuntas es un desafío pendiente, un desafío colectivo para toda la región.
    Muchas gracias.

BIBLIOGRAFíA COMPLEMENTARIA

-Alcántara, Manuel. Centro América-Brasil y sus vecinos. Ed. AECI, Madrid, 2009.
-Gudynas, Eduardo. “Los Fantasmas de la integración regional”. En: Revista del Sur, Nº 166, julio/agosto 2006. https://www.integracionsur.com/mercosur/GudynasFantasmasIntRegionalRSur166.pdf
-SELA. “Tendencias y opciones en la integración de América Latina y el Caribe”. SP/CL/XXIII.O/Di Nº 8

PIES DE PAGINA

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(1) Loreto Correa Vera, es Licenciada en Humanidades con mención en Historia de la Universidad de Chile y Dra. En Humanidades de la Universidad San Pablo CEU de Madrid. Sus investigaciones se vinculan a la integración regional y a la política exterior chilena. En la actualidad es coordinadora académica del Magister en Política Exterior de la Universidad de Santiago de Chile y profesora de la Academia Diplomática Andrés Bello de Chile. loreto.correa@usach.cl

(2) Tal es el caso por ejemplo de los mecanismos de diálogo y cooperación que algunas regiones han implementado, con países o con otras regiones. En el caso centroamericano podemos indicar algunas experiencias con Japón, México y China Taiwán, donde la región Centroamericana (Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y la República Dominicana) participan conjuntamente en el marco del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), marco institucional de la integración Regional de Centroamérica en un proceso de diálogo y cooperación, donde ambas partes fortalecen sus relaciones políticas, hasta pudiendo concertar las mismas, además donde se establecen matrices de proyectos a ejecutar, sobre diversas materias; energéticas, de salud, de sostenibilidad ambiental, etc. La aplicabilidad y coordinación es ese marco, supone una gran organización que sustente el proceso, no obstante la búsqueda de diversos escenarios como se dijo anteriormente, es la gran diferencia.

(3) “One of the essential elements of furthering the goal of regional integration is policy convergence. Policy convergence occurs when the macroeconomic policies pursued by countries move toward being identical. Drezner (2001) contends that policy convergence in a regional grouping can occur either through structural factors or the power of self-directed agents. Structural theories argue that external pressures on states constrain countries to pursue one universal policy, while agent-based models assume that countries choose to implement some acceptable bounds on macroeconomic policies, but not necessarily identical rules or regulations.” Jackman, Mahalia y Moore, Winston. The determinants of policy convergence in Latin America and the Caribbean. https://www.ccmfuwi.org/files/publications/misc/winston_moore/FiscalandMonetaryPolicyConvergenceinLACV3.pdf (Nov,2009)

(4) https://portal2.sre.gob.mx/gruporio/index.php?option=com_content&task=view&id=1&Itemid=1, 21/11/2009.

(5) Recordemos que justamente es Francisco Bilbao, quien en el siglo XIX habló por primera vez de América Latina, que Andrés Bello, tenía claridad respecto a una mentalidad colectiva y que aún cuando sea de origen venezolano, una buena parte de su legado fue realizada en Chile.

(6) Política Agrícola Común y Política Exterior y de Seguridad Común, en el marco de la integración europea.