Por Luis Alberto Padilla*
La política exterior – como su nombre lo indica- consiste en lo que un Estado hace “afuera” del territorio nacional pero, obviamente, la misma no puede desvincularse de la política interna ni de la situación general del país. Los principales desafíos para Guatemala están estrechamente relacionados con la situación mundial, pues buena parte de estos provienen también de allí. La globalización ha sido portadora de cosas buenas - como el internet - pero también malas: uno de nuestros principales problemas nacionales, la inseguridad, tiene raíces que se encuentran en la economía criminal global, y ésta inseguridad no sólo afecta la vida cotidiana de los ciudadanos sino también el desarrollo económico-social. En consecuencia, no es posible mejorar la economía a base de “campañas de buena imagen en el exterior” - para atraer inversión extranjera o turismo- mientras los medios de comunicación presentan el desolador panorama de un país convulsionado por la delincuencia.
Resolver el problema de la inseguridad es clave, por tanto, pero no de una manera que ignore los derechos humanos y el rule of law pues el pasado reciente demuestra hasta la saciedad el error grosero de gobiernos que han intentado hacerlo de esa manera y sólo han empeorado las cosas obligándonos a recurrir a la comunidad internacional (la CICIG) para salir del atolladero. Así que el nuevo gobierno debería abordar la problemática del crimen transnacional concertando de manera multilateral, en Naciones Unidas, en los foros regionales y bilateralmente una nueva estrategia que sea capaz de deslindar con claridad las responsabilidades de cada gobierno, pues no es serio que -en el caso del narcotráfico- se ubique a las regiones de tránsito en el mismo lugar que los productores y los consumidores.
Que Guatemala sea electa como uno de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU podría ser útil –dependiendo de quién sea el ganador de la segunda vuelta – pues, al fin y al cabo, uno de sus principales objetivos es mantener la paz y la seguridad internacionales y no nos explicamos como hasta ahora en el Consejo no se examinado con seriedad que requiere este fenómeno al que Washington – entre otros- insiste en seguir llamándole “guerra”. Si se trata de una “guerra contra las drogas” y en ésta guerra están involucradas organizaciones terroristas como los que operan en Afganistán y en Colombia, entonces con mayor razón se requiere un enfoque estratégico del más alto nivel que no conviene dejarlo sólo en manos de agencias del sistema – como la ONUDD- cuya autoridad no es equiparable a la del Consejo.
Otro de nuestros grandes problemas es el migratorio. Hasta ahora la cancillería se ha empeñado en una política –correcta- de protección y ayuda. Pero no basta. Es necesario ir más allá y tratar de encontrar aliados en el país del norte (y en el vecino para proteger a los transmigrantes) que tengan fuerza interna y concuerden con la idea que la mejor manera de resolver dicha problemática es aceptando la realidad, es decir, que los trabajadores migratorios responden a la demanda en un mercado laboral del cual los US citizens no quieren saber nada, dada la naturaleza de ese tipo de empleo, y que por tanto es necesario darles seguridad migratoria y garantizar sus derechos laborales. En el tratado de libre comercio firmado por los países centroamericanos con Estados Unidos hay una normativa laboral cuyo incumplimiento (según Washington) ha dado lugar a reclamos recientes. Nos parece que el respeto de las normas laborales constituye un mínimo en la reciprocidad que Guatemala está facultada para pedir a la Casa Blanca.
De modo que no es construyendo muros ni con leyes cada vez más represivas que EEUU debería proceder, sino legalizando a quienes ya se encuentran allá y, para evitar que los flujos migratorios continúen, terminando con la inseguridad del subcontinente, en forma tal que la inversión se haga atractiva para las empresas transnacionales propiciando la creación de empleo, al mismo tiempo que se liberan recursos para que el Estado se encuentre en condiciones de hacer mayores inversiones en desarrollo social y humano.
Una tercera cuestión fundamental concierne a los procesos de integración, tanto centroamericanos como latinoamericanos. Estamos convencidos que la integración es un instrumento para avanzar en el desarrollo social, político y económico. La Unión Europea, a pesar de sus dificultades actuales, es el mejor ejemplo de cómo la integración puede ser muy efectiva para sacar a los pueblos del subdesarrollo, así como para garantizar la paz y la seguridad internacionales. En ese sentido Guatemala se enfrentará al reto no sólo de profundizar en la integración regional sino al de abordar con habilidad e inteligencia la formalización de la recientemente establecida (2010) Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuyos 32 estados miembros habrán de substituir tanto al Grupo de Río como a la Conferencia de América Latina sobre Integración y Desarrollo (CALC) en las reuniones de Venezuela de fin de año y en la cumbre del Grupo de Río del año entrante en Santiago de Chile.
Finalmente: hay que preparar cuidadosamente el referéndum que, por mandato constitucional, debe llevarse a cabo antes de llevar la reclamación territorial sobre Belice a la Corte Internacional de Justicia en La Haya, como ya fue decidido de común acuerdo con el país vecino y aprobado por el Congreso de la República. Para esto habrá de requerirse el aporte de un Ministerio cuya legislación, dicho sea de paso, requiere de una urgente reforma, siendo ésta - la modernización y profesionalización de la cancillería- otro de los desafíos de la próxima administración ( y no el menos importante……)
*Diplomático de carrera, asesor de cancillería, ha sido viceministro del ramo y representante permanente en Naciones Unidas (Ginebra y Viena) así como embajador en Holanda, Rusia, Austria ( concurrente en Praga, Bratislava, Budapest) y Chile. También es fundador y presidente del Instituto de Relaciones Internacionales e Investigaciones para la Paz (IRIPAZ), ha sido profesor universitario y director de la revista “Estudios Internacionales”.
luis.alberto.padilla@iripaz.org
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