Ileana Alamilla
Ante los descomunales sucesos que se nos aglomeran en nuestra cotidianidad, un punto coincidente ha sido la búsqueda de referentes morales que puedan ser invocados, sin descalificaciones, ofensas, repulsiones o insultos. Algunos mencionan a las iglesias; otros, a la fiscal general y hasta al embajador norteamericano. Sin irrespetar a este honorable diplomático, pero su inclusión en la lista de referentes por parte de algunos ciudadanos muestra la poca autoestima nacional.
El licenciado Ernesto Capuano, desinteresado colaborador de Cerigua y uno de sus analistas consentidos en México.
Ese quetzalteco humilde y sencillo que se ganó el corazón de los exiliados y refugiados guatemaltecos que buscaban proteger sus vidas en el Distrito Federal, quienes, temerosos, con miedo y cautela, acudían a su departamento, en la calle de Bucarelli, muy cerca de donde estaba la Secretaría de Gobernación, para pedir ayuda en sus trámites migratorios.
El Lic. Capuano siempre tuvo tiempo para ellos y para hablar de su patria, a la que temía regresar porque lo podían matar. Hombre culto y afable en su trato.
“Hoy vamos a hablar de Economía, compañera Alamilla”, me decía, en alguna de sus frecuentes visitas a nuestras oficinas, entonces ubicadas en Independencia 101, y a continuación recibíamos una cátedra en la materia.
Se fue con sus ojos casi ciegos para ver la aurora en otro horizonte, mientras amanece en su tierra querida.
También se alejó temporalmente el licenciado Wilfredo Valenzuela Oliva, otro icono en nuestro gremio; ser humano talentoso, hombre de leyes y de justicia, ex decano de la Facultad de Derecho y secretario general de la Usac; gran jurista, maestro, escritor, revolucionario, fanático del lenguaje y de la gramática; decente y honrado como algunos de su linaje. Se lo llevó el ciclo de la vida. Él logró escapar de los esbirros con la paciencia y sigilo que lo caracterizaron, pero a esta cita se vio obligado a acudir. Me enseñó, me reprendió por el retraso en la tesis, y por esa negligencia me quedé sin que mi asesor me apadrinara en mi pasmada graduación de maestría.
Eficiente, humano, devoto de la música clásica y de la lectura. Allá está con el Lic. Capuano y con otros notables, esperando que llegue el alba a su tierra.
Y ahora se les une el Lic. Alfonso Bauer Paiz, otro diamante extra plus, asesor de las comisiones permanentes de Refugiados y de los desplazados internos, roble que luchó hasta contra la muerte y la venció, pues no se fue, está aquí en los pétalos de las flores que lo cubrieron, en las playeras de los jóvenes, en los eslabones de sus hermanos masones, en las huellas de sus pasos por el mundo de los exiliados, los que caminamos atrás de usted en Nicaragua y en Cuba, donde el mismo techo cobijó a nuestras familias, en los ideales de la gente de izquierda a la que regañó, reclamó y criticó, con la solvencia moral que solo su talla y trayectoria permiten.
Como se ve, tenemos historia, héroes, referentes extraordinarios, hagamos patria junto a ellos. ¡Salve, hombres notables que exaltaron a la patria!
|